Ese chico que nació el 25 de febrero de 1778 en la actual provincia de Corrientes, en la misión jesuítica de Yapeyú, fue de inmediato un ídolo. Hijo de india guaraní, el Libertador habría sido más americano todavía.
Pocas veces hemos encontrado siquiera conjeturas respecto a cómo debe haber sido ese chico que a los cinco años fue llevado a España, a los once años ingresó al ejército español, a los trece combatió en África y a partir de entonces luchó no solo en tierra sino también embarcado, en las guerras continuas que afrontaba España contra los ingleses, los franceses y los piratas sarracenos, hasta alcanzar el grado de Teniente Coronel de caballería luego de la batalla de Bailén contra las tropas napoleónicas, en la que fue condecorado por su valentía.
Casi treinta años después de su partida regresa a la que el llama Mi Patria, América.
San Martín era reservado, enemigo de los agasajos y modesto en su vestir.
Podrá argumentarse que el tema de su imagen y personalidad carecen de importancia, pero no es así, porque algunos personajes históricos, incluido el mismo, fueron grandes hombres no porque fueran titanes olímpicos, sino porque superaron sus debilidades humanas y se sobrepusieron a las dificultades. Escuchen chicos con atención: pocas veces se recuerda, por ejemplo, que en dos oportunidades San martín tuvo que cruzar la cordillera de los Andes no a molo de mula, sino transportado en una especie de camilla de campamento, porque los malestares físicos y las dolencias le impedían valerse por si mismo y cabalgar. ¿Sabían que sus campañas libertadoras duraron más de diez años y recorrieron medio continente? San Martín no las hizo en soledad, el pueblo y la oficialidad lo acompañaron año tras año sin desmayos a pesar de todas las dificultades que tuvo que afrontar, ¿saben por qué? Porque sabían que sus objetivos no eran personales ni egoístas, ya que su meta prioritaria era la libertad de América y a ese objetivo supeditó todo su accionar.
Y el pueblo también lo acompañó porque su integridad y su desprendimiento eran sobradamente conocidos.
Sigan esta curiosidad: tampoco se recuerda con la frecuencia que sería de desear, que San Martín siempre destinó la mitad de sus sueldos a obras benéficas comunitarias y cuando Remedios de Escalada vivió con él en Mendoza redujo sus aportes altruistas a la tercera parte de sus haberes, lo cual es comprensible.
En fin, son tantos los detalles valiosamente humanos de su vida cotidiana que deberíamos conocer, que no caben en esta simple nota, pero merecerían ser difundidos masivamente en un pequeño ensayo para ejmeplo de todos, gobernantes y gobernados. Guardemos en nuestra memoria estos detalles y en nuestros corazones estos valores.
Prof. Silvana Falcone